Continúo con mis relatos sobre el Erasmus en Bergen. En la entrada relacionada anterior relaté mi primera semana en agosto. A continuación podréis leer algunas historias más que ocurrieron ese mes.


Agosto continúo en la línea, en lo que a intensidad se refiere, de la primera semana. Muchas actividades organizadas, presentación del curso, primeros días de hiking,… Uno de los primeros recuerdos que tengo de esos días es el de Marta y Natalia jugando con pinturas dentro de la iglesia de San Juan. Habíamos pasado el día con visitas turísticas organizadas y decidimos dar una vuelta por nuestra cuenta. Entonces es cuando nos topamos con la iglesia: al entrar, Marta y Natalia encontraron un rincón de la misma con dibujos hechos por niños. A su lado se encontraban las pinturas y, no lo pudiéndolo resistir, se pusieron a pintar con ellas.
Resulta extraño ver dibujos de niños en una iglesia, aunque no lo es tanto como aquellos que tuvieron que examinarse de sus cursos en una de ellas.

Ese mismo día pudimos disfrutar de las primeras partidas de futbolín en el club de la residencia. Recuerdo que había una italiana que parecía llevar toda su vida practicando y que nos ganaba en la mayoría de ocasiones.




Durante esas fechas tuvo lugar mi primer día de ‘hiking’. La montaña elegida fue la más sencilla y turística: el Fløyen. Esta montaña se encuentra en el centro de la ciudad y desde su cima, a 425 metros sobre el nivel del mar, se pueden obtener magníficas instantáneas. El camino se encuentra asfaltado y a medida que vas ascendiendo vas dejando los tejados de las casas por debajo; y es que una de las cosas que caracterizan Bergen es tener unos edificios de poca altura.





El mismo día por la tarde no pudimos evitar aprovechar el buen tiempo y salimos a los jardines de la residencia. Además teníamos como excusa la visita de unos amigos de Claire: Deb y Patrick. Empezamos siendo cuatro para, poco a poco, pasar a ser un grupo numeroso. Marta tuvo la genial idea de bajarse la guitarra animando aún más la tarde. Lo más divertido y original fue ver a Julián descansando en una hamaca que se había traído para la ocasión.
Es curioso como cada uno tiene sus costumbres, que a veces dependen del lugar de origen, como en el caso de la hamaca. ¿Quién se lleva una a otro país al que va de intercambio? Pues Julián, un colombiano de Medellín. Supongo que para él eso es igual de normal a que yo me hubiera llevado el saco de dormir.
Y los días iban pasando rápidamente…