Como ya conté en ‘Otros recuerdos de mi Erasmus, parte I: mi llegada a Bergen’ llegué a Bergen un día 3 de agosto del 2012. Ese fue uno de los meses más intentos de mi estancia en Bergen y de mi vida en general. Sobre todo, la primera semana.
Todo era nuevo: lugares nuevos, gente nueva, costumbres nuevas, etc. Llegué con suficiente antelación, así que los primeros días estuve recorriendo la ciudad. Digamos que fue mi primera toma de contacto, ya habiendo dormido y descansado, con lo que sería mi ciudad durante los siguientes doce meses. Por aquel entonces todo era emoción, curiosidad y ganas de ver hasta el rincón más oculto. Además, yo aún no me terminaba de creer que estuviese en Noruega para quedarme tanto tiempo. Pero así era.







Los primeros días los dediqué a visitar el centro de la ciudad. El primer día, al caminar por una de las plazas céntricas de Bergen me llamó mucho la atención ver niños pequeños, en medio de la plaza, jugando con construibles. No es algo a lo que estuviera acostumbrado a ver en España. También había gente, ya más mayor, jugando a juegos de mesa. Supongo, que ese fue uno de los primeros choques culturales. Aunque es cierto, que la escena me gustó.
Ese mismo día estuve, en compañía de Bárbara e Inma, recorriendo la zona más turística de Bergen: el Bryggen. Una zona encantadora, con esas casitas de madera ligeramente inclinadas que parece que se van a derrumbar en cualquier momento y declarado Patrimonio de la Humanidad, en el que antiguamente residían comerciantes. El lugar ha sufrido daños a lo largo de la historia por varios incendios declarados en él. Actualmente, su mayor problema son los cimientos de los edificios, que van cediendo debido a que las casas no están construidas sobre un buen suelo. Es una de las zonas más turísticas de la ciudad, con multitud de comercios y de restaurantes.
También visité el ‘Fish Market’, en el mismo barrio de Bryggen. Lugar donde se pueden comprar, si nuestros bolsillos nos lo permiten, los productos típicos noruegos. Es habitual que te ofrezcan a probar los productos como el salmón, elaborado de distintas maneras, la ballena o el reno. Muchos de los trabajadores son gente joven con varios idiomas. Es el primer sitio donde me di cuenta que hay muchos españoles en el extranjero, ya que muchos de los que estaban trabajando eran españoles. Además, no se les da mal reconocer la nacionalidad y, en cuanto te ven, te empiezan a hablar directamente en tu idioma materno para intentar conseguir ventas.
Más tarde empezó a llover, supongo que para que me fuera acostumbrando al clima de Bergen. No fuera a ser que me acostumbrase a ver el sol. Aunque dejó de llover más tarde, permitiéndonos disfrutar en los jardines de la residencia, del primer encuentro para los nuevos estudiantes de intercambio. En ese momento empezó un mes donde día sí, y día también, no pararía de conocer gente nueva. Las preguntas son siempre las mismas: ¿cómo te llamas? ¿de dónde eres? y ¿qué estudias? principalmente. Al final del mes, no es de extrañar que uno acabe sin querer saber el nombre de nadie más después de repetir las mismas frases tantas veces.





Esa primera semana fue el momento también de descubrir la zona del Gamlehaugen gracias a unos veteranos de la residencia. El Gamlehaugen es una residencia de la Familia Real Noruega que anteriormente había pasado por muchas manos, hasta que finalmente terminó en manos del estado. Aunque no la visité por dentro, es posible hacerlo.
De todas formas, lo más sorprendente del lugar son sus enormes jardines, abiertos la mayor parte del día al público, y un fiordo que en invierno aparece congelado. Cuando sale el sol muchos noruegos acuden a este lugar a hacer cual caracol o a darse un baño en sus frías aguas. Hay que decir que el agua de Galicia es el agua más caliente del mundo en comparación.
El primer día que fuimos, uno de los veteranos fue lo suficientemente valiente para bañarse. Yo en cambio, tuve que esperar bastante más tiempo hasta que me atreví a darme un baño. Quizás es que soy un friolero acostumbrado al agua caliente del Mediterráneo, pero no quería acabar hecho un cubito de hielo.


Más tarde, ese mismo día, fui con más gente a visitar una iglesia vikinga de madera o stavkirke que se encuentra muy cerca de la residencia. Una stavkirke es un tipo de iglesia característica de Noruega. Son pequeñas y están construidas con madera. Acostumbrado yo, a las iglesias de España, me resultó bastante curioso. Y para que me resultase aún más hermoso todo resulta que la iglesia está situada en medio de un bosque. También, no recuerdo bien si ese mismo día, me enteré de que esa iglesia era una reconstrucción ya que la original fue quemada por un músico de Black Metal. Además, su emplazamiento original no era ese. El lugar me pareció tan hermoso y estaba tan cerca de la residencia que volví numerosas veces. Cuando no había nada que hacer era habitual que fuésemos por la zona.




De hecho, unos días más tarde y aprovechando que venían dos amigos de Claire, visitamos la iglesia por dentro. Bonita pero demasiado restaurada para mi gusto.
Menos mal que en las fotos queda reflejada la fecha ya que ese recuerdo está más cercano en mi mente. Supongo que toda la primera semana está más cercana por la intensidad con la que la viví.

Yo empezaba a enamorarme de la ciudad. Y no me podía quejar de las vistas que tenía desde mi habitación. Desde donde muchos días veía como el sol se reflejaba en la montaña al amanecer. Echo de menos tener esas vistas desde mi casa, yo que vivo en un pueblo y veo el mar desde la ventana. Peor es que lo único que veas desde tu ventana sean edificios. Tal y como me pasaba cuando vivía en Burgos.

Esa semana también fue la primera noche de fiesta con Fernando como anfitrión. Él tenía una habitación más grande que la mayoría y un día nos invitó a ir allí. Creo que es una de las habitaciones de Fantoft con más visitas. Durante prácticamente todo el año esa habitación recibió semana sí y semana también, a todo tipo de gente. Desde un grupo de checas hasta al vecino de arriba, que ahora es un buen amigo pero por aquel entonces parecía un loco que no se sabía de dónde había salido. También había veces que era imposible entrar en la habitación de la de gente que había dentro.

Fue la semana en la que nos enseñaron, lo que en el futuro se convertiría en mi segunda casa: el Klubb Fantoft. El Klubb es un mezcla entre bar y centro cívico. Los viernes funciona como bar y el resto de los días tiene actividades. Todo ello regido por voluntarios. Ese sitio ha sido testigo de muchas historias, algunas de las cuales contaré en otra ocasión.


El resto de la semana me lo pasé visitando algún sitio más de la ciudad como la iglesia de San Juan, situada en el centro de Bergen, o paseando por Byparken. También estuve haciendo parte del papeleo que todos los alumnos teníamos que hacer. Para finalizar la semana descubriendo un bar, que fue mi favorito, hasta que lo cerraron. Se trataba del ‘Vågen’, un bar con té barato, narguiles y jam sessions todas las semanas.
Y así acabó una de las semanas más intensas de mi vida. Y esto sólo han sido fragmentos de cosas que recuerdo, una gran parte han sido borradas por el tiempo.